Como partera siempre me interesó aprender acerca de cómo las experiencias relacionadas al embarazo, el parto y el puerperio pueden repercutir en la vida de las personas, en su salud física pero también en su personalidad y en sus vínculos. También me motiva saber cómo la práctica de todos los profesionales de salud involucrados en el período perinatal puede contribuir a mejorar las perspectivas de salud y el potencial de desarrollo de cada niño que nace. Fue ese interés, el que me llevó a interiorizarme en el impacto que la siembra y el desarrollo microbiano tienen en la salud a lo largo de la vida. Pero antes de llegar a ese punto, empecemos con algunas definiciones necesarias para entender mejor de lo que hablo.
El término microbioma lo acuñó, en 2001, Joshua Lederberg, biólogo molecular estadounidense. Lederberg afirmó que nosotros y los microorganismos simbióticos formamos una gran unidad metabólica, reconociendo que aquellas bacterias que viven en nuestro organismo, nos protegen y nos benefician de múltiples formas. (Sebastián-Domingo, 2018). Microbiota hace referencia a la comunidad de microorganismos vivos residentes en un nicho ecológico determinado, como, por ejemplo, el intestino humano. El microbioma, por otro lado, está compuesto por los microorganismos, sus genes y sus metabolitos en un nicho ecológico dado.
El origen de nuestras bacterias intestinales puede remontarse al nacimiento, en el preciso momento en que el bebé atraviesa el canal de parto, es allí donde se produce lo que se conoce como “siembra microbiana”; si bien el bebé intraútero ya entra en contacto con algunas bacterias que se han aislado en la placenta, las membranas, el cordón umbilical, el líquido amniótico, y también el meconio, no es sino hasta el parto, que se inicia la mayor colonización de las mucosas y la piel del bebé. Inmediatamente luego de haber nacido, si el bebé es colocado en contacto piel con piel, la colonización continuará con las bacterias presentes en la piel de la madre, y, si minutos más tarde el bebé inicia la lactancia también ingerirá bacterias comensales y prebióticos que posibilitarán que esta microbiota se consolide y se desarrolle.
La flora bífida, favorecida por la lactancia materna será la predominante hasta el destete, momento en que se produce un cambio en la microbiota que hará que empiece a asemejarse a la del adulto. (Shirin Moossavi, 2019).
Es este proceso de siembra y desarrollo favorecido por la fisiología normal del proceso reproductivo, el que se asocia a la constitución de una microbiota diversa y saludable.
El establecimiento temprano de la microbiota intestinal puede verse afectado por varios factores tales como: la vía de nacimiento (parto vaginal vs. Cesárea), la alimentación (lactancia materna vs. Alimentación con fórmula), el uso de antibióticos, el momento del inicio de la alimentación complementaria y el destete. El microbioma que coloniza el cuerpo de los recién nacidos puede tener un papel determinante en la educación del sistema inmunológico. La interacción temprana con microorganismos comensales es esencial para el desarrollo inmune sano y la programación metabólica, y la colonización microbiana anormal en los recién nacidos se ha asociado con efectos a largo plazo sobre el metabolismo del huésped o deterioro del desarrollo inmune. Los estudios epidemiológicos, aunque no muestran causalidad, han informado de asociaciones entre el parto por cesárea y un mayor riesgo de obesidad, asma, alergias e inmunodeficiencias. (Bello, 2010).
Por lo tanto, la consolidación de la microbiota ocurre en una “ventana crítica” en la infancia y las perturbaciones del proceso pueden causar enfermedades (Masaru Tanaka, 2017).
La forma en la que nacen los bebés y se alimentan es entonces crucial en lo que a la siembra y el desarrollo microbiano se refiere. La lactancia materna con su aporte de probióticos y prebióticos como los oligosacáridos, favorece el crecimiento selectivo de las bifidobacterias. En cambio, los bebés alimentados con fórmula tendrán en su intestino mayor representación de bacterias como el C. difficile. (Masaru Tanaka, 2017).
Es así que, en la medida en que vamos aprendiendo más acerca de la composición de la leche humana, en los últimos años “nuestra percepción de la leche fue cambiando y pasó de considerarse un “simple alimento” a entenderla como un sistema materno-neonatal altamente sofisticado de nutrición y comunicación que orquesta la programación temprana del infante” (Melnik & Schmitz, 2017). La lactancia materna puede entenderse entonces como el mejor mediador entre el lactante y el medio ambiente en el cual le toca crecer.
Aun estamos lejos de comprender en su totalidad la influencia del período primal o mejor dicho, de los primeros 1000 días de vida (se cuentan desde la concepción hasta el final del segundo año) en el establecimiento de la salud a largo plazo en su forma más integral, sin embargo, este conocimiento sumado a otros como la epigenética, nos acercan a dimensionar mejor y más profundamente, la importancia del respeto por la fisiología del parto y la lactancia y la necesidad de trabajar para evitar intervenciones innecesarias que a diario contribuyen a incrementar el número de bebés que ven perturbado el escenario neuroquímico en el que nacen.
Me gustaría terminar con una frase de Rodney Dietert, inmunotoxicólogo y profesor emérito de la Universidad de Cornell:
“La cosa más importante que podemos hacer para cuidar la salud a través del ciclo vital es asegurar que la siembra microbiana ocurra completamente en el nacimiento, a través del parto vaginal cuando sea posible, se produzca el contacto piel a piel y los microbios estén apoyados a través de una lactancia de duración significativa. Esto debería ser parte de cada plan de nacimiento, cada profesional de salud que asiste a mujeres embarazadas a través del proceso del parto y hasta la infancia debería estar consciente de esto, debería ser consciente de la importancia del microbioma y de apoyar el establecimiento y el mantenimiento de un microbioma saludable porque eso influirá en la salud a lo largo de todo el curso vital para ese niño.”
Referencias
Bello, G. D. (2010). Delivery mode shapes the acquisition and structure of the initial microbiota across multiple body habitats in newborns. PNAS.
Masaru Tanaka, J. N. (2017). Development of the gut microbiota in infancy and its impact on health. Allergollogy International, 515-522.
Melnik, B., & Schmitz, G. (2017). MicroRNAs: Milk´s epigenetic regulators. Best Practice & Research Clinical Endocrinology & Metabolism.
Sebastián-Domingo, J.-J. &.-S. (2018). De la flora intestinal al microbioma. Revista Española de Enfermedades Digestivas, 51-56.
Shirin Moossavi, S. S. (2019). Composition and Variation of the Human Milk microbiota are influenced by maternal and early life factors. Cell Host & Microbe, 324-335.